¿Está bien usar pan "real" para la misa?

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Si por real te refieres al tipo de pan que consigues en el supermercado, la respuesta corta es no. Primero, aquí está la regla, que aparece en las directivas de la instrucción vaticana del 2004 (Redemptionis Sacramentum, núm. 48):

“El pan que se emplea en el santo Sacrificio de la Eucaristía debe ser ázimo, de sólo trigo y hecho recientemente, para que no haya ningún peligro de que se corrompa. Por consiguiente, no puede constituir la materia válida, para la realización del Sacrificio y del Sacramento eucarístico, el pan elaborado con otras sustancias, aunque sean cereales, ni aquél que lleva mezcla de una sustancia diversa del trigo, en tal cantidad que, según la valoración común, no se puede llamar pan de trigo. Es un abuso grave introducir, en la fabricación del pan de la Eucaristía, otras sustancias como frutas, azúcar o miel. Es claro que las hostias deben ser preparadas por personas que no sólo se distingan por su honestidad, sino que además sean expertas en la elaboración y dispongan de los instrumentos adecuados”.

La Ley Canónica (canon 924) y la Instrucción General del Misal Romano (núm. 319-321) afirman esta práctica. La IGMR añade: “La naturaleza del signo exige que la materia de la celebración eucarística aparezca verdaderamente como alimento. Conviene, pues, que el pan eucarístico, aunque sea ázimo y elaborado en la forma tradicional, se haga de tal forma, que el sacerdote en la Misa celebrada con pueblo, pueda realmente partir la Hostia en varias partes y distribuirlas, por lo menos a algunos fieles. Sin embargo, de ningún modo se excluyen las hostias pequeñas, cuando lo exija el número de los que van a recibir la Sagrada Comunión y otras razones pastorales”.

De acuerdo con la Enciclopedia Católica, no sabemos qué usaban los apóstoles. Es posible que hayan preferido el pan ázimo (sin levadura) usado para las celebraciones de Pascua, por lo que las iglesias del Occidente solían hacerlo así. Las iglesias del Este preferían el pan fermentado (con levadura), como lo usan hoy todavía. En los inicios, el pan y el vino eran aportados por los fieles; cada uno contribuía con su porción. Así que seguramente los tipos y texturas variaban. Conforme creció la reverencia por la Eucaristía, se fueron preparando panes especiales para el altar, redondeados y estampados con emblemas religiosos. Estas “hostias” eran más pequeñas y delgadas, similares a las conocidas obleas que recibimos en la actualidad.

Escrituras
Éxodo 12:8, 15-20; 13:3, 6-7; 29:2; Levítico 23:4-8; Deuteronomio 16:3-8; Mateo 26:17; Marcos 14:12; Lucas 22:7-8; 1 Corintios 5:6-8

Libros
The Breaking of the Bread: The Development of the Eucharist According to the Acts of the Apostles by Eugene LaVerdiere, S.S.S. (Liturgy Training Publications, 2007)


Reprinted with permission from PrepareTheWord.com. ©TrueQuest Communications.

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